[PROCESOS] Juan Camilo Mayorga: automatismo, trazo y color

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APUNTES DE PROCESOS
Notas de las conferencias realizadas en CasaTinta

Juan Camilo Mayorga: Automatismo, trazo y color
por José Rosero

Para Mayorga dibujar tiene una función dual que por un lado sirve para apaciguar una serie de intenciones, ordenar ideas y lograr un disfrute, y por otro para crear impulsos con el fin de abrir nuevas rutas de exploración, en un estado latente y potencial. Por ello su interés es el dibujo en sí mismo, y su gusto se basa en el placer de hacer y trabajar, en la búsqueda de un espacio para el juego. 



El dibujo en línea es un hecho en el que se materializan los pensamientos en imágenes. Es una forma de aprehensión de la realidad donde se mezclan rítmicamente la observación, la memoria de la mente y la memoria de las manos, estableciendo así una lógica conjunta. La línea aquí es un detonante que conjura otras líneas, como si cada trazo diera paso al siguiente y el oficio del artista sea el de entender las rutas que ese azar marcan a medida del progreso del dibujo. 

Es por ello que la perfección técnica, vista como lograr virtuosamente una copia fidedigna de la realidad, no es algo que esté implícito en la búsqueda de Mayorga, aunque ve necesarios esos encuentros. Los dibujos son también una provocación, una emoción, por eso su refinamiento también está en el hecho de dejar la mano en el papel, en una suerte de automatismo, creando un puente entre la mano y el inconsciente que se ve eventualmente graficado en el soporte.



Con el uso del color sucede lo mismo. Las manchas hechas con aguadas y acuarelas dejan un espacio a la especulación, que azarosamente, entre lo accidental e intencional, contienen siempre formas que pueden señalarse posteriormente. Esto da para hacer exploraciones y experimentos que le permiten empujar la mancha hacia la forma, y viceversa, en un juego de decisiones donde la técnica lleva la pauta. Es así como Mayorga se encuentra constantemente en un ejercicio de descubrimiento de las realidades que va construyendo con sus manos, casi permitiéndole a los trazos y las manchas una vida propia. 



Y es aquí donde empiezan a aparecer sus personajes híbridos, a penas reconocibles con pequeñas señales; unos ojos, una cola, una sonrisa, unas ventanas, dejando el vacío suficiente para que sea el observador quien complemente la interpretación.

En los procesos previos a las imágenes finales, Mayorga hace registros en su libreta de espacios y arquitectura. Apuntes en color o en línea de lo que observa alrededor, lo le permite desglosar el objeto a representar, como un ejercicio de entendimiento, para luego replantearlo en el papel. Pensar la ciudad y los escenarios, a través del dibujo, y donde suceden diversas situaciones siempre está presente. Usa como referente el famoso texto de Italo Calvino “Las ciudades invisibles” para aclarar su interpretación de los espacios que va más allá del recorrido y la descripción, y que al final se presentan como contenedores. 




Las imágenes de Mayorga, después de una etapa exploratoria empiezan a definirse por fragmentos; una casa en un papel, un animal corriendo en otro, una mancha naranja en otro, para luego ser digitalizados y recompuestos en un lienzo común según su intuición. Las imágenes son al final un collage de trazos y manchas.

Los referentes que han influenciado su obra son ilustradores como Javier Mariscal, Arnal Ballester o Isidro Ferrer y pintores como Matisse y Paul Klee, entre otros, y Mayorga los considera importantes por que tienen el dibujo implícito como una medula espinal a la imagen final. Todos ellos recomponen lo que observan y lo presentan después de un proceso de decantación que siempre tiene a la técnica, los materiales, los soportes y los sustratos, y sobre todo el azar, como puntos de partida.


-Zora- tomado de "Las ciudades invisibles" de Italo Calvino  
Más allá de seis ríos y tres cadenas de montañas surge Zora, ciudad que quien la ha visto una vez no puede olvidarla más. Pero no porque deje, como otras ciudades memorables, una imagen fuera de lo común en el recuerdo. Zora tiene la propiedad de permanecer en la memoria punto por punto, en la sucesión de sus calles, y de las casas a lo largo de las calles y de las puertas y ventanas de las casas, aunque no haya en ellas hermosuras o rarezas particulares. Su secreto es la forma en que se desliza por figuras que se suceden como en una partitura musical donde no se puede cambiar o desplazar ni una nota. El hombre que sabe de memoria cómo es Zora, en la noche, cuando no puede dormir, imagina que camina por sus calles y recuerda el orden en que suceden el reloj de cobre, el toldo a rayas del peluquero, la fuente de los nueve caños, la torre de cristal del astrónomo, el puesto del vendedor de sandías, la estatua del ermitaño y el león, el baño turco, el café de la esquina, el atajo que lleva al puerto. Esta ciudad que no se borra de la mente es como un armazón o una retícula en cuyas casillas cada uno puede disponer las cosas que quiere recordar: nombres de varones ilustres, virtudes, números, clasificaciones vegetales y minerales, fechas de batallas, constelaciones, partes del discurso. Entre cada noción y cada punto del itinerario podrá establecer un nexo de afinidad o de contraste que sirva de llamada instantánea a la memoria. De modo que los hombres más sabios del mundo son aquellos que conocen Zora de memoria.

Pero inútilmente emprendí viaje para visitar la ciudad: obligada a permanecer inmóvil e igual a sí misma para ser recordada mejor, Zora languideció, se deshizo y desapareció. La Tierra la ha olvidado.

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